“Nunca pensé que fuera a suceder esto”, comentó Oltarsh-McCarthy, en referencia al vínculo que ha forjado con la comunidad de la iglesia, aunque no con los dogmas de su fe. Según la mujer, lo que la llevó a la iglesia fue “algo en el espíritu de Rutgers y algo en el espíritu del mundo exterior”.
Katharine Butler, una artista, se sintió atraída a asistir a Rutgers Presbyterian cuando pasó caminando al lado de un letrero en la calle que promocionaba el activismo ambientalista de la iglesia. Pronto, Butler también se involucró en aspectos más tradicionales del recinto religioso.
“No puedo creer que esté haciendo esto; cantando y participando en todas esas cosas”, dijo Butler. “Fue maravilloso encontrar toda una colectividad involucrada en la comunidad y en ayudar”.
Normalmente, el tejido conectivo para cualquier congregación es tener una fe compartida.
No obstante, Rutgers, una iglesia relativamente pequeña ubicada en el Upper West Side de Manhattan, funciona distinto. No es necesario compartir una creencia en el dios cristiano ni en cualquier otro. En cambio, la comunidad está unida por otras convicciones y se reúne para trabajar en iniciativas de justicia social, activismo de combate al cambio climático, programas de alimentación para personas indigentes y un grupo de apoyo a familias refugiadas.
Los lugares de culto —entre ellos iglesias cristianas de una gran variedad de denominaciones, así como sinagogas— se han posicionado en Estados Unidos como fuerzas impulsoras de ciertos temas progresistas, pues en ese país promueven el activismo en causas de justicia social e invitan a unirse a la comunidad LGBTQ. Sin embargo, los académicos especializados en religión afirman que Rutgers parece estar en una nueva posición: su agenda social en ciertos aspectos ensombrece a la religiosa.
“Rutgers se ha reinventado de forma periódica a medida que el Upper West Side ha pasado por cambios como este”, dijo James Hudnut-Beumler, un profesor de historia religiosa estadounidense en la Universidad Vanderbilt. “Esta no es su primera reinvención, pero es una de las más interesantes”.
“La gente que por lo regular se siente marginada o rechazada en las congregaciones típicas —gente más reflexiva, por así decirlo, o a la que le gusta más cuestionar temas de la fe— comenzó a reunirse en nuestra congregación”, dijo el reverendo Andrew Stehlik, el pastor de mayor jerarquía en Rutgers. “Los llamamos amigos de la iglesia. A menudo, son una parte considerable de la comunidad que acude al templo”.
Las denominaciones protestantes como el presbiterianismo han visto una reducción en el número de sus seguidores en años recientes. Para abordar el problema, algunos pastores están en busca de nuevas formas de usar sus iglesias y redefinir el significado de “hermandad”.
Después de todo, las iglesias tienen el espacio y la buena voluntad para comprometerse con los trabajos comunitarios, la justicia social o los proyectos artísticos o educativos. Además, abrir las puertas de esta manera puede atraer a aquellos que buscan algo más que una clase de estudio de la Biblia.
“Solo basta darles la bienvenida a quienes son inquiridores”, mencionó Stehlik.