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La autodeterminación de sexo es un concepto tan chapucero como el del consentimiento. El responsable del Registro Civil constató que no había un cambio físico en el solicitante, que no pidió un cambio de nombre y que se refería a sí mismo en masculino.
Irene Montero no se cansa de pregonar que su ministerio ha avanzado mucho en los derechos de colectivos como el de las mujeres y el de los trans. Y nosotros nos preguntamos ¿a qué precio señora ministra? Dos de sus leyes estrella están reflejando aquellos efectos ‘no deseados’ de los que hablaba la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell. Véase, en el caso del Sólo sí en sí, se resumen con dos cifras: más de 1.200 agresores sexuales beneficiados por las rebajas de sus condenas, provocadas por dicha norma y más de 100 violadores en la calle. ¿Y en el caso de la Ley Trans? Pues, aquí hemos encontrado un ejemplo recientemente: el de un sargento que pretendía inscribirse en el Registro Civil como mujer, acogiéndose a la llamada Ley Trans y medrar así en su carrera profesional, subiendo de cargo. Y es que, el magistrado considera en su decisión que lo que pretendía en realidad era obtener un ascenso a subteniente de manera ventajosa beneficiándose de las medidas legales de discriminación positiva en lo que considera un fraude de ley. De hecho, el responsable del Registro Civil constató que no había un cambio físico en el solicitante, que no pidió un cambio de nombre y se refería a sí mismo en masculino.
O también, ese otro caso de un opositor a policía local de Torrelodones que argumentó ser mujer a la hora de realizar las pruebas física y quiso lanzar el balón medicinal de 3 kilos en lugar del de 5 kilos porque dijo identificarse como mujer y haber solicitado su cambio de género en el Registro Civil.
Eso, por no hablar de los efectos ‘no deseados’ de la Ley Trans a la que se acogen reclusos que dicen autopercibirse mujer para ser trasladados a prisiones femeninas. Recuerden el caso de Jonathan/Lorena, que violó y asesinó a su prima a martillazos… y pidió su traslado a una cárcel femenina.
O los muchos casos de deportistas trans que consiguen títulos a costa de machacar a sus rivales femeninas. Son situaciones que se repiten cuando se iguala a los desiguales. Ocurre en natación, atletismo, halterofilia o boxeo, donde las mujeres corren el riesgo de que el deporte femenino desaparezca como tal al no poder competir en igualdad de condiciones.
Alega Irene Montero que se siente atacada cuando las leyes que promulga su ministerio son aplicadas. Y, siempre, inconmensurable, pregona que la culpa es de todos… menos suya. No perdonaría la titular de Igualdad haberse puesto de perfil respecto a las consecuencias del Sólo sí es sí… ¿y de espaldas, Irene?
Pero a la ministra lo que se le reprocha es cómo se hacen esas leyes y sus nefastas repercusiones: en el caso del Sólo sí es sí, poniendo el consentimiento en el centro y en el caso de la Ley Trans focalizando su esencia en el autopercibirse.
Queda demostrado que ambos ejes no funcionan: el consentimiento no lo ha descubierto la señora montero, tal como le explicó la magistrada, María Jesús del Barco: “Desde el minuto uno Irene ha trabajado desde la falacia a la hora de regular los delitos contra la libertad sexual”… “No es un problema de los jueces, es un problema de su ley” “Irene Montero se ha empeñado en que ella traía el consentimiento con su reforma y el consentimiento ha sido el núcleo de los delitos contra la libertad sexual antes de que Irene Montero hubiera nacido. Esto viene de códigos penales del siglo XIX”.
Y, respecto al hecho de autopercibirse como uno quiera, eso implica ir contra la naturaleza, que es lo que hace la ideología de género, puede acarrear este tipo de consecuencias o por mejor decir, incongruencias e injusticias.
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