Alguien ha afirmado, creemos que acertadamente, que si «tu dios es el dinero, el transhumanismo es tu religion». Grandes centros del poder económico y político actual representados fundamentalmente por las grandes empresas digitales ( Facebook, Google,…) están invirtiendo grandes sumas de dinero en promocionar el transhumanismo. Es muy importante que los Profesionales por el Bien Común estemos actualizados en nuestro análisis de la realidad y para ello nos ha parecido interesante compartir una parte de la amplia reflexión de Albert Cortina sobre ello.
Entre las corrientes de pensamiento que actualmente están reflexionando sobre los desafíos de las tecnologías exponenciales o disruptivas y que resultan más influyentes en los ambientes que se preguntan por el futuro de la humanidad, se encuentra el transhumanismo, ideología que el filósofo Nick Bostrom ha definido como «un movimiento cultural, intelectual y científico que afirma el deber moral de mejorar las capacidades físicas y cognitivas de la especie humana, y aplicar al hombre las nuevas tecnologías, a fin de que se puedan eliminar los aspectos no deseados y no necesarios de la condición humana: el padecimiento, la enfermedad, el envejecimiento e, incluso, la condición mortal»
Para esta corriente ideológica, el transhumano y el futuro posthumano mejorarán e incluso sustituirán al ser humano actual, una vez eliminadas sus discapacidades, superadas sus limitaciones biológicas, y ampliadas todas sus capacidades de forma artificial o sintética. De este modo, un transhumano sería un ser humano en transformación, con algunas capacidades físicas y psíquicas superiores a las de un humano normal debido a la aplicación de «mejoras» tecnológicas y genéticas. o CRISPR/Cas9 Por otro lado, un posthumano podría ser un organismo tecnológico o un ser cuyas capacidades excediesen de forma excepcional al ser humano actual por lo que no se plantearía ambiguedad entre humano y posthumano.
Mediante este proceso evolutivo inducido por las tecnologías emergentes, los seguidores de esta ideología por no decir religón, creen que el transhumano y el posthumano alcanzarán una superinteligencia, una superlongevidad y un superbienestar desconocidos por la humanidad hasta el día de hoy. Así pues, los transhumanistas afirman que en ese momento ya cercano de nuestra historia se producirá la singularidad tecnológica, también llamada Singularidad, y que nuestra especie “evolucionará” artificialmente hasta convertirse en algo diferente de lo que ha sido hasta ahora.
Ante esta visión antropológica que pretende alterar sustancialmente la naturaleza humana mediante las tecnologías disruptivas, creemos necesario reivindicar firmemente el respeto a la persona en su dignidad, libertad, singularidad, exclusividad y diversidad.
Ante esta visión antropológica que pretende alterar sustancialmente la naturaleza humana mediante las tecnologías disruptivas, creemos necesario reivindicar firmemente el respeto a la persona en su dignidad, libertad, singularidad, exclusividad y diversidad. Para ello la persona debe estar en el centro de todas las decisiones que le conciernen, como auténtica protagonista de su vida. En este sentido, la ciencia y la tecnología al servicio del ser humano deben avanzar conjuntamente para atender a sus necesidades especiales, sobre todo cuando la persona se encuentra en una situación de discapacidad, vulnerabilidad o dependencia. Creemos que este debe ser el criterio básico para discernir sobre la bondad o no del desarrollo y aplicación de determinadas biotecnologías emergentes en personas con diversidad funcional.
Esta obra empieza con un par de artículos publicados en el diario La Vanguardia por Albert Cortina (abogado y urbanista) y Miquel-Àngel Serra, biólogo en el Departamento de Ciencias Experimentales y de la Salud, Universidad Pompeu Fabra (DCEXS-UPF), y continúa con el debate surgido a raíz de estos en La Vanguardia digital. El libro recoge comentarios de 213 personas, desde científicos de primer nivel, entre los cuales encontramos al investigador Ricard Solé (Universidad Pompeu Fabra), hasta personas «de a pie», que durante los siguientes doce meses opinaron sobre cómo las NBIC (nanotecnología, biotecnología, informática y ciencia cognitiva) podrían diseñar los humanos y el planeta del futuro. Visiones más tecnoptimistas favorables al movimiento transhumanista se contraponen a posiciones bioconservacionistas, con una gradación de opiniones intermedias. El libro ofrece también una excelente galeria fotográfica de David Molina, la cual es más que una sugerencia estética que no dejará a nadie indiferente.
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